martes, 25 de octubre de 2016

Si no le gustan mis principios ....

Desde el día de la lotería del año pasado, ya con los resultados electorales claros, empezó el baile. De hecho ya escribí sobre eso en su momento. Y desde bastante antes, más de uno y más de dos, se colgaron la etiqueta de presidente de gobierno. Y, como sabían que, seguramente, no lo conseguirían con mayoría absoluta, buscaron acuerdos en las elecciones autonómicas y municipales para gobernar cuando no habían ganado, buscando incluso pactos imposibles, para poder pasar la factura, si fuera necesario, llegado el momento.
Lo malo de todo es que la cosa no salió como los etiquetados pensaban. Y llegó la hora de hablar. Y hablaron. No se de que, pero hablaron. Unos meses después se repitió la escenificación donde los etiquetados, que no se habían quitado la etiqueta, empezaron a rabiar porque el juguete que querían se lo había llevado otro. Intentaron quitárselo. No pedirlo prestado, no. Llevárselo por las buenas. Igual luego no quisieran o supieran jugar con él pero, sobre todo, que no lo tuviera su dueño en funciones. Pero es lo que hay. Aunque a veces les da por pensar que es mejor conseguir que los repartidores de juguetes se vuelvan a reunir las veces que hagan falta hasta que alguno de ellos se lo lleve o, por lo menos, no se lo den al de antes.
Terminando de filosofar, el problema es que a la gente nos dicen, no lo que queremos oir sino lo que ellos quieren que oigamos. Hablan en un acto de libertad de expresión que, como tal, es completamente lícito pero, de tanto llenarse la boca hablando de democracia, plantean manifestaciones y protestas callejeras sólo porque "... no han dejado gobernar a Podemos ...". El pueblo habló. Y no vale darle la vuelta a los resultados, como hizo un grupo de artistas e intelectuales (creo que fue Ismael Serrano quien dijo que un artista no podía ser derechas) diciendo que todos los partidos, a partir del segundo, deberían unirse porque la mayoría de los españoles había votado que quería cambio. Utopía. No se si suya o para los creyentes en el texto. Más bien pienso en lo segundo porque esa sarta de fantasías no pueden partir voluntariamente de una mente supuestamente brillante. Lo he dicho muchas veces, lo seguiré diciendo y nadie, de momento, me ha convencido de lo contrario. Ha llegado el momento del diálogo. Y quien piense que van a ir a buscarle para proponérselo, se equivoca. La mesa no se mueve y, por tanto, hay que ir hacia ella. Se podrá llegar más pronto o más tarde pero hay que llegar. Y una vez allí, hay que escuchar y proponer. Por turnos. Pero hay que ir dispuesto a ello. Cerrados en banda a una mesa de negociaciones en una situación histórica como la que tenemos, es una gran equivocación.

lunes, 10 de octubre de 2016

Felicidad y sensibilidad.

La felicidad, como otras muchas cosas en esta vida, es algo que no se puede contar ni tocar. Es algo que puede ser efímero, etéreo pero también, permanente. Tampoco son iguales todas las felicidades. Es más, es posible que la felicidad de uno vaya en contra de la de otro. Pero es no es motivo para insultar o faltar al respeto aunque se hace. Y mucho. Pero cuando hay niños por medio hay que tener cuidado con lo que se dice. Como ejemplo está el caso del niño con cáncer que quiere ser torero. Algunos de esos que se creen o se llaman antitaurinos, gente que no ve más allá de que se mata a un toro en una plaza, han tenido a bien le liarse a escribir barbaridades contra el deseo de Adrián. Estoy a favor de la libertad de expresión. A pesar de lo que algunos dicen, aquí se puede decir lo que se quiera. O no decir nada. Eso sí, hay que tener en cuenta que hay cosas que se dicen que son ilegales. Seguro que esa gente que ha deseado la muerte del chaval son de los que montan y/o participan en campañas a favor de la lucha contra el cáncer infantil y pidiendo que los niños puedan cumplir sus deseos. Salvo los que ellos piensan que no se deben cumplir.
La sensibilidad es algo que, al igual que la felicidad, es algo que ni se puede tocar, ni contar. Pero, a diferencia de la felicidad, o se tiene o no se tiene. Lo malo de ésto es que hay gente que confunde sensibilidad con otra cosa.
Que pena.