domingo, 28 de octubre de 2018

Desde fuera.

El hecho de estar fuera hace que se opine teniendo pocos datos. Y los que se tienen pueden saber sólo por una parte, interesada en que se sepa aunque expresados a su manera. Eso, en este mundo en el que estamos al que llamo "La era de los titulares", sirve para muchas cosas. Pero la más importante es crear una opinión. Y que se difunda. Para eso vienen muy bien las redes sociales. Antes, cuando se tiraba más de correo electrónico, la gente tenía a bien ver lo que le mandaban. Al menos, yo. Otros, según lo que fuera, reenviaba sin mirar, sobre todo si eran fotos. Pero se leía. Otra cosa es la idea que se podía hacer de ello.
Ahora, el uso de Facebook o Twitter evita eso. Si lo manda Fulano o Mengana, lo comparto. Sin más. Sin leer. Y ya tenemos una noticia difundida sin que la gente que lo ha hecho sepa lo que ha difundido. Sólo ha mirado de quien le ha llegado y leído el titular. Ni siquiera el suplente (subtítulos) porque, al no resaltar, no se ve. Pero da por hecho que sabe lo que ha mandado y que la noticia va en consonancia con las ideas que tiene quien lo recibe. Pero mira por donde que igual ese titular es una crítica indirecta y que la directa está en el interior. Como el receptor no ha leído, piensa que ha mandado algo pero no lo que piensa.
Así se monta una noticia. ¿Falsa? ¿Real? Da igual. Lo que interesa al "noticiante" o "noticiador" es que el "noticiado" hable de ello. Del titular. Y de él, de lo que piensa t de lo que oye, saque conclusiones.
Y así nos equivocamos (me incluyo porque todos somos todos).