lunes, 8 de enero de 2018

Andandarán.

Desde que el señor Puigdemont, alias Pelofregona como será conocido a partir de ahora, tomó las de Villadiego junto con cuatro de sus consejeros mientras el resto de su gobierno, ese que había estado remodelando para ir contentando a los que le iban a perpetuar en el banco (perdón, en el sillón), iba a la trena por hacer lo que sabían que no se podía hacer, se empeña en rizar el rizo. Creo que ha visto muchas películas. De ciencia ficción. Una de las que me vienen a la cabeza es Demolition Man. Hay una escena en la que el malo está en un reunión donde el único físicamente, es él. Los demás son como una especie de pantallas inteligentes que se mueven hacia donde quieren o hay que mirar. Curioso. Claro que eso es como la versión mejorada de la videoconferencia. Algo así quisiera, querría y quiere Pelofregona para que lo invistan como President aunque más de uno quisiera, querría y quiere una embestidura. Creo que de ésto ya he hablado en algún otro artículo. Pero como he dicho, digo y diré, nunca vuelvo a leer lo ya escrito. Pienso que es una forma de demostrar coherencia con lo publicado.
Decía que creo que ya he escrito acerca, no de lo que pienso de este hombre sino de lo que creo que piensa. Matizo lo de creer ya que, como hay gente que da por hecho lo que expresa sólo porque la gente con la que trata así lo hace, haciendo el efecto de teléfono escacharrado, es mi opinión. Es decir, algo mío, de nada ni nadie más. O sea, creo que sigue viviendo en los mundos de Yupi aunque, en su caso son los mundos de Puchi. Es como si al levantarse, pensara que decir cuando se ponga delante de un micrófono. Lo de la comparación con la escena de la película descrita antes es la última gansada. Me extraña que haya llegado a pensar (o sí lo ha hecho pero no lo ha dicho o yo, oído) lo del gobierno en el exilio como pasa en las guerras. El señor se equivoca. Pero lo que habría que ver es si se equivoca porque está pirado y dice lo primero que se le viene a la cabeza, no se equivoca y no está pirado por lo que sabe lo que dice y espera reacciones, o hace lo que dicen otros para ver que es lo que pasa. El tema da gracia. Gracia y pena. Pero más que nada porque su diagnóstico de la situación, diagnóstico equivocado, no sólo le afecta a él sino a mucha más gente. Aunque esa mucha más gente le importa un pimiento. Tanto a él como a los que están de él. Y no andaría muy desencaminado si dijera que, realmente, a cada persona sólo le importa su propia persona.