domingo, 4 de marzo de 2018

Porvenir. Por venir.

Lo que espera. Lo que pasa, pasó o pasará que le dirá alguien a alguien. A veces está el porvenir por venir. Ambos generan algo siempre. Lo segundo conlleva lo primero aunque éste estará haya o no haya segundo.
El porvenir que espera Vileda es su casa de campo sólo lo sabe él. Porque lo espera. Porque el que esperaba es el que espera. Porque no esperará ninguno. Su porvenir es el de ahora. Un ahora que lleva tiempo fuera del tarro pero, tal y como lo ve él, sigue tan fresco como cuando se fue. Porque él se cree que está fresco. Y así quiere que le vean. Fresco. Claro que puede que no lo crea aunque tenga que dar una imagen.
Realmente, dicen, ha dado un paso a un lado. Ha salido de la habitación. Pero se ha quedado en la puerta y sin cerrar.
Se ve, cada vez más, que poco les importa lo que realmente importa, que no es otra cosa que la gente que ha votado. Los que no lo hicieron, como digo siempre, no tienen derecho a alzar la voz porque no han elegido nada.
Pero no nos salgamos del tema. Cada uno es libre de hacer lo que crea conveniente. Otra cosa es qué sea lo conveniente y a quién conviene. Sinceramente, lo que haga Vileda me importa un pimiento porque no vivo en Cataluña. Pero tengo amigos catalanes y/o que viven en Cataluña a los que las acciones, tanto de él como de los que le obedecen o siguen ideas parecidas, les pueden perjudicar más de lo que lo están haciendo ahora. Digo yo. Lo conveniente se puede decidir sólo, por consejo o consenso. En estos dos casos, si la cosa sale mal, hay opciones para culpar a más gente si lo conveniente sale mal. Si sale bien, la medalla será para quien toma la decisión.
Se equivoca. Se equivocó. Se equivocará. Pero el tiempo lo dirá.